Un lector nos envió un correo electrónico pidiéndonos consejos sobre cómo escribir teoría. Mi respuesta le gustó, por lo que comparto una versión ligeramente editada de aquella respuesta en caso de que sea útil para otros.
Digamos que cuando hablamos de teoría podemos discutir la existencia de al menos 3 niveles:
(1) Uno no se involucra en lo absoluto con la teoría, declarandose “práctico”. Desde luego, aquellos que afirman que “no son filósofos” son casi por definición malos filósofos. Esto no es de por sí algo vergonzoso. Pero debemos de tener las expectativas claras: quienes no le ponen esfuerzo alguno al tema no deben imaginar que como por gracia divina obtendran grandes resultados en ello.
(2) Uno se involucra con la teoría. En otras palabras, lee. Quizás lee mucho: montones y montones de libros, todo lo escrito por Marx, todo lo escrito por Lenin, etc. Dicho esto, toda la información solo va en una dirección: Libros → Mente. De esta manera, uno se convierte en una especie de pez globo, siempre absorbiendo e inflando, pero sin pare. Las páginas dieron vuelta, pero ¿puede uno demostrar que el tiempo invertido resultó en comprensión alguna?
(3) Uno hace algo con la teoría que lee. En este nivel está claro que no estábamos meramente expuestos al conocimiento, pues de alguna manera lo “demostramos”. Idealmente, esta “prueba” consiste en la construcción de algun proyecto y su éxito atestigua el aprendizaje. Sin embargo, existen otras formas más sencillas. La realidad misma provee prueba definitiva de cuales teorías fueron buenas y cuales fueron malas. La concretización es la forma en que un individuo realmente demuestra que ha superado la etapa inmadura en la que alardea de estar al tanto de todo tipo de teorías, pero sin aventurarse a juzgar entre ellas.
Respecto a pasar tiempo estudiando “mala” teoría: es frustrante pensar que uno le dedicó horas e incluso simpatía a algo decepcionante, pero inclusive la mala teoría le ofrece beneficios a quien la estudia: lo que resta puede ser considerado haber superado la prueba de fuego que aquella falla, y esta es la base de cualquier confianza teorética. Además, cuando la teoría leída se analiza adecuadamente, incluso lo que finalmente termina descartado puede generar ideas interesantes: por ejemplo, una muy buena observación, sin importar un contexto en el que lleva a una conclusión cuestionable, puede ser perdurable; o un tratado teorético completamente bochornoso puede terminar sirviendo muy útil como advertencia de como uno debe no comportarse.
¿Podemos “comprobar” nuestra comprensión fuera de los grandes proyectos políticos? Sí, por lo menos en parte. Y una gran forma es leyendo en grupo. Hace una gran diferencia leer un libro en grupo en comparación con leerlo a solas. Leer juntos ofrece muchas oportunidades para cuestionar las interpretaciones desde diversas perspectivas (“Esto no me hizo mucho sentido. ¿Lo estoy leyendo mal? ¿O es el autor quien está equivocado?”). Esta colaboración es una fuente de aprendizaje constante. Muchos de los ensayos que hemos escrito para RS, que la gente aprecia, provienen precisamente de tratar de explicar consensos a los cuales nuestro grupo llegó mediante discusiones: “Creemos que entendemos lo que dice este autor y no está bien. Quizás uno de nosotros debería intentar intervenir aquí”.
Además de este tipo de consejos de carácter general, quiero mencionar algo un poco más específico: las traducciones. Las traducciones son interesantes pues no son sólo un servicio al público, sino que de hecho constituyen una prueba muy exigente de comprensión lectora de parte del traductor. La traducción implica implícitamente un proceso entre dos personas: el escritor original y el traductor. La traducción te obliga a ir más allá de conformarte con entender “básicamente” lo que dice un texto, y en vez detenerte a considerar el significado de prácticamente cada palabra. Si uno no comprende al autor original, uno no puede traducirlo de manera coherente.
Escribir bien es un proceso, y como proceso está compuesto de por lo menos dos episodios distintos:
- El tener una buena idea.
- El expresar aquella idea.
Ambos son importantes, pero de no van de la mano. Algunas personas tienen ideas brillantes y lamentablemente no pueden expresarlas de un modo atractivo, mientras que otras tienen ideas terribles pero las expresan maravillosamente (me viene a la mente Nietzsche).
La traducción permite a una persona centrarse exclusivamente en su capacidad para expresar ideas en un idioma determinado. Ofrece un escenario interesante donde, si ya te sientes cómodo con las ideas de un autor, en lugar de dividir tu esfuerzo en partes iguales entre pensar y expresar, puedes dedicarlo casi todo a la parte expresiva. Correspondientemente, si tu arte de “escribir” está bien desarrollado, el día que surja una idea original e interesante podrás dedicar más esfuerzo a desarrollarla en lugar de luchar simplemente por expresarla.
Entonces, ahí lo tenemos: leer, discutir, comprender, actuar, traducir. Éstas son, en resumen, algunas prácticas que mejoran la teoría, permitiendo en consecuencia que la teoría mejore la práctica.