1. El marxismo aristocrático se define a sí mismo en oposición al moralismo. Sentimientos asociados con la falta de poder (para Spinoza, los afectos tristes; para Nietzsche, la moral de esclavos o ressentiment) se toman como un obstáculo a la emancipación de la clase obrera, la cual tiene que dejar ese vicio de pensar y hablar en términos morales. La cura es alegría, o un endurecimiento estóico, o una afirmación sin apologías del deseo, que son todos lo mismo.
2. Es imposible hablar del marxismo aristocrático desde una posición que no esté bajo su sombra — tal cual como las ideas dominantes en toda época son las ideas de la clase dominante, así también en el marxismo. Su desdén para el sujeto y para la necesidad que tiene el individuo débil de juzgar las cosas en términos del bien y del mal, amigo y enemigo, es una fortificación y una amenaza vigente. Un diagnóstico y una crítica efectivos puede esquivar estos emplazamientos solo siguiendo las rutas del enemigo, es decir, compartiendo su modo de expresión.
3. El marxismo aristocrático envuelve a sí mismo en la bandera del Capital, sobre todo en sus límites. Que Marx no haya entrado en detalle sobre el tema del socialismo se toma como prueba de que el socialismo es inefable (y para siempre — a su incognoscibilidad jamás le dan fecha de vencimiento) y que el socialismo realmente existente es poco científico. Lo que sea que se apodere de las masas es automaticamente sospechoso; hay que defender al Capital.
4. El moralismo y la tiranía de la mayoría van de la mano. Las masas codician lo que pertenece a sus superiores, y promulgan políticas destructivas sobre la base de este sentimiento tóxico de envidia, el cual es inagotable y por lo tanto tiende al exceso. “La cultura de la cancelación” es igual. Hay, principalmente, un miedo de la histeria masiva, de que las cosas se descontrolen.
5. El moralismo y el cristianismo también van de la mano. Slut-shaming, antisemitismo, y homofobia son todos ejemplos de moralismo. Pero igual, también son moralistas los Nuevos Ateos — ellos imaginan que la gente puede y debería sencillamente decidir no creer. ¿Cómo llamar a las personas dentro del cristianismo (o cualquier religión) que están trabajando para hacerlo más feminista, más ecuménico, más tolerante? Por un lado son moralistas en la medida en la que se adhieren a las reglas de la iglesia, pero también lo son en el sentido izquierdoso, porque están tratando de persuadir a la gente a cambiar su perspectiva política a través de argumentos morales. ¿Cuál de estos dos se supone que no es marxista, la adhesión o la persuasión?
6. El moralismo se entromete en una esfera privada que debería ser respetada. Pero si imaginamos esta esfera privada como típicamente heterosexual, una situación de sexismo ordinario, entonces no puede haber nada objetable en una intervención feminista moralizante. El moralismo es presuntamente injusto sólo si suponemos una esfera privada ocupada por minorías injustamente discriminadas cuyas relaciones son básicamente igualitarias. Así, la acusación de moralismo es la analogía de una determinada actitud o comportamiento con la homofobia.
7. El marxismo aristocrático no puede respaldar a las luchas de clase del proletariado real, el cual se preocupa demasiado por los enemigos, y por tanto se acerca a la envidia. Es quisquilloso con las atribuciones de carácter de clase. Las estructuras magníficas existen; los agentes, no tanto Esta despoblación confiere al marxismo aristocrático un aspecto cristalino, una frialdad desértica, que a algunos les parece hermosa.
8. El marxismo aristocrático enfatiza la impersonalidad de la dominación impersonal, y la república de la república social o democrática. Se defiende celosamente la inculpabilidad de los explotadores individuales y la autonomía de la actividad artística/intelectual. El marxismo aristocrático pretende oponerse a la misantropía oponiéndose al libre albedrío y a la culpa. Pero ver a las personas como haces de reflejos no es un antídoto contra la misantropía.
9. El marxismo aristocrático no se avergüenza de leer y citar a fascistas, asesinos, y violadores. Lo correcto o incorrecto de un argumento no tiene nada que ver con la rectitud de su autor. Preocuparse demasiado por esto último es moralismo. Hay un desprecio aristocrático por las consideraciones de economía — la idea de que, al tener un tiempo limitado, debemos priorizar y centrarnos en aquello que más probabilidades de ayudar tiene.
10. El moralismo se caracteriza por ser a la vez débil y fuerte, afeminado y tiránico. El marxismo aristocrático se ve a sí mismo como serio y poco sentimental por un lado y como justamente liberal por el otro (en el sentido de tolerante, caritativo, cosmopolita) — en otras palabras, patricio. Los marxistas aristocráticos dispensan sabiduría, no se meten en chanchullos. No descenderán a tu nivel.
11. Contra los marxistas aristocráticos es importante recordar que las exhortaciones morales a veces funcionan. Nietzsche no odiaba la moral de esclavos porque iba perdiendo, sino porque iba ganando. Toda moral es un arma de clase. Lo posible es una función de lo aceptable.
12. “La vergüenza es ya una especie de revolución; la vergüenza es en realidad la victoria de la Revolución Francesa sobre el patriotismo alemán que la derrotó en 1813. La vergüenza es una especie de ira que se vuelve hacia dentro. Y si toda una nación experimentara realmente un sentimiento de vergüenza, sería como un león, agazapado listo para saltar”. [1]
13. Es bueno entender las causas de las cosas (el Amor intellectualis Dei de Spinoza), pero ponerlas en evidencia ya es en sí una apelación moral. Foucault no hablaba en términos del bien y el mal, sino de salud y peligro. No logró así llegar “más allá” de la moralidad — intente pasar cinco minutos hablando con un foucaultiano. El discurso moral es una forma relativamente honesta de socializar y someter a escrutinio los efectos que buscamos causar en los demás.
14. Spinoza y Nietzsche eran elitistas; si alguien quiere prescindir de las apelaciones morales, también debe prescindir de la mayoría de las conversaciones reales que las personas tienen. El marxismo aristocrático solo tolera una ontología austera de fuerza. El resultado es el mismo obtenido por el positivismo lógico — la descalificación de gran parte de lo que las personas dicen como sinsentido.
15. El “lo real es racional” de Hegel es un reproche a este tipo de elitismo: descalifica tal descalificación. El marxismo aristocrático tiene un gran problema con Hegel: el miedo a las masas es el miedo a la dialéctica, la herramienta por la cual “la chusma se pone encima”. El crimen de Hegel puede llamarse humanismo, historicismo, idealismo, teleología, el sujeto, holismo, historia Whig, o totalitarismo. En breve: optimismo.
16. Spinoza es el Dr. Manhattan: el naturalista supremo que ve en 4D, no concede ninguna distinción particular a la humanidad, no puede ser asesinado ni sorprendido, no experimenta la novedad ni el libre albedrío, y lucha por superar la indiferencia cósmica resultante de su perspectiva semejante a la divina. No le importa lo suficiente como para impedir que el Comediante asesine a una mujer.
17. La cientificidad del marxismo puede comprarse fácilmente a expensas de su carácter revolucionario. El premio, el reto, es tener ambos. Aquellos que inmediatamente colapsan el carácter revolucionario del marxismo en su cientificidad se aíslan preventivamente contra la solidaridad y la responsabilidad, teletransportándose a Marte.
18. ¿Cuál afecto puede ser más triste que el pesimismo aristocrático? Los marxistas aristocráticos no pueden imaginar la victoria, sólo una derrota larga y lenta. Partir del supuesto de que vamos a perder es una profecía que cumple a sí misma. Ver el futuro siempre significa ver múltiples futuros, y elegir.