Sobrina de Alguien

Los recursos narrativos de la crítica: El Capital vs. Breaking Bad (2022)

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Es común encontrar posiciones contrarias sobre el carácter crítico de una obra discursiva. Por ejemplo, algunas personas dicen que Breaking Bad es una crítica del machismo, mientras otras pensamos que es una serie machista. En este ensayo, trato de arrojar luz sobre las teorías de la crítica que explican este tipo de desacuerdos. Para hacerlo, describiré varias técnicas de construcción narrativa, yendo de las más básicas y comúnmente entendidas como marcadores de crítica, a las más abstractas, que no siempre son vistas como los aspectos definitorios de la crítica. Luego analizaré brevemente la relación entre estas técnicas en dos obras que las emplean de maneras diferentes. Una es un libro de teoría política cuyo carácter crítico es unánimemente aceptado: El Capital de Marx. Otra es una obra de ficción cuyo carácter crítico suele ser objeto de disputa: Breaking Bad.

Vilificación/heroización: consisten en crear un personaje utilizando como material atributos o comportamientos socialmente rechazados o valorados. Quienes entienden la vilificación como el principal recurso de la crítica suponen que criticar es afirmar el carácter moralmente reprobable de algo. Desde esta perspectiva, si un personaje o fenómeno es construido como “malo”, entonces se puede hablar de que hubo una crítica. Lo contrario a la vilificación es la heroización.

Castigo/recompensa: no se producen en el momento de la construcción del personaje, sino en el arco narrativo. El castigo consiste en crear consecuencias negativas para un personaje que puede o no estar vilificado. Quienes entienden el castigo como el principal recurso de la crítica consideran que criticar es desincentivar un comportamiento por medio del castigo del mismo. Lo contrario del castigo es la recompensa.

Invisibilización/centramiento: se producen en los momentos de la selección del tema principal y de las perspectivas desde las cuales se narra la historia. Un personaje es invisible cuando a la historia de la que participa no le interesa hablar de él ni a través de él. Es centrado cuando la historia lo mira por mucho tiempo, y más aún cuando el mundo es visto a través de su perspectiva. Independientemente de que esté heroizado, recompensado, vilificado o castigado, prestarle mucha atención a un personaje nos funde emocionalmente con él. Ya sea por gusto o aversión, nos interesa y no podemos ser indiferentes frente a lo que le ocurre. Quienes entienden la selección de un tema y de una perspectiva como lo definitorio de la crítica consideran que criticar es obstruir un proceso de solidarización o identificación entre la audiencia y un personaje a partir de la atención que se le niega.

Historización/fetichización: son las técnicas de construcción narrativa más abstractas y no siempre asociadas a la crítica. Se observan en cómo un relato retrata los procesos de comprensión y transformación de sus temas y personajes. La historización muestra que todas las cosas tienen una explicación, un principio y un final, mientras que la fetichización presenta a un objeto como inescrutable y eterno. En otras palabras, la historización es un tipo de centramiento entusiasta de la inteligibilidad y del cambio, mientras que la fetichización es un tipo de invisibilización de ambos. Para quienes entienden la historización como lo definitorio de la crítica, criticar es hacer entendibles tantos los límites espacio-temporales de algo como las leyes de su movimiento, con el propósito ulterior de dirigir su transformación hacia un fin deseado.

Ahora vamos a ver cómo interactúan estas técnicas en El Capital. Aquí hay dos personajes principales: el capital y el trabajo. El capital tiene tanto una faceta heroica como una malvada. Su faceta heroica aparece cuando se compara su efecto en la organización de la producción con la forma del sistema económico esclavista. En los tiempos del capital, el esclavo se convierte en asalariado, una condición preferible a la de esclavo. Además, la producción se socializa y tecnifica en espacios como la fábrica o la oficina, que juntan a los trabajadores en un solo lugar y los hacen depender los unos de los otros para la creación de un producto final. Esta socialización del trabajo permite la generación de riqueza y conocimiento técnico a una escala impensable si el trabajo se hubiera mantenido atomizado y primitivo, es decir, si cada pequeño productor hubiera seguido haciendo su pequeña artesanía en un pequeño taller o en la parcela de tierra de su señor, con la ayuda de máquinas rudimentarias. Esta capacidad de producir a gran escala y con medios altamente tecnificados es un requisito para que la sociedad pueda crecer y satisfacer sus necesidades. Ahora bien, ¿puede la sociedad (es decir, los trabajadores) satisfacer sus necesidades adecuadamente en este momento? No, porque no tiene derecho a gozar de los productos de su propio trabajo, pues estos le pertenecen exclusivamente al dueño de la empresa. Aquí aparece la faceta siniestra de nuestro personaje. El capital socializa el trabajo, pero no sus productos. No puede ni quiere repartir la riqueza, sino solo asimilarla en su ser para hacerse más y más grande. De ahí que explote a los trabajadores en largas jornadas y los mantenga en condiciones indignas. De ahí su interés en que siempre haya una gran masa de desempleados, pues la existencia del desempleo garantiza que el costo de los salarios se mantenga tan bajos como el capital los necesita para que la acumulación de ganancias de la que depende su crecimiento ilimitado no se vea interrumpida. Así, tenemos que en tanto socializador del trabajo, el capital es heroico. Pero en tanto obstáculo para la socialización de los productos del trabajo y para la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, el capital es un villano: el explotador.

Los capitalistas no tienen ningún interés en que los productores sean quienes decidan qué hacer con la riqueza, ni cómo ni cuándo crearla. De hecho, luchan con todas sus fuerzas para preservar su control sobre estas decisiones. Entonces, el vil capital y sus agentes deben ser vencidos por un nuevo héroe que sí pueda y quiera organizar la economía en beneficio de las mayorías. Este héroe es el trabajo. El nuevo orden en donde el trabajo derrota y subordina al capital para guiarlo hacia su desaparición se llama socialismo. En el socialismo tanto la producción como sus frutos están socializados. Los trabajadores explotados y los desempleados son los principales interesados en liberar al trabajo del capital. El libro de Marx quiere ser una herramienta que los asiste en la difícil tarea de comprender la economía para revolucionarla. Si tienen éxito, los trabajadores se ganarán el premio de controlar el trabajo y por lo tanto también sus propias vidas.

El relato de Marx narra la historia de la economía tanto desde el punto de vista del trabajo, como desde el punto de vista del capital. El propósito de esta alternancia no es darle el mismo valor a los dos, sino mostrar sus diferencias. En última instancia, Marx privilegia el punto de vista del trabajo, mientras que el capital es más bien el objeto o tema que la perspectiva del trabajo aprende a conocer en función de sus propios intereses. Esto representa una inversión de los roles de sujeto y objeto en el relato tradicional de los economistas políticos. Estos narraban la economía exclusivamente desde el punto de vista del capital, y hacían del trabajo un objeto con el cual la audiencia no podía identificarse ni solidarizarse. Por así decirlo, El Capital es un spin-off de la economía política, que permite el conocimiento de y la identificación con la perspectiva invisibilizada del trabajo. El propósito de este relato no es mostrar al capital siendo el capital para hacer que la audiencia se identifique con sus sueños y esperanzas, sino historiazarlo en tanto que objeto. Lo que se pretende es identificar las fortalezas y debilidades de un enemigo. Si nadie discute que el libro de Marx es una crítica del capital es porque Marx despliega este arsenal narrativo completo en su contra. Y esto no deja lugar a ambigüedades.

Ahora veamos el modo en que estas técnicas interactúan en Breaking Bad. El tema y personaje principal de esta serie no es Walter White, sino su transformación. Pero, ¿en qué se trasforma él? Aquí viene la primera ambigüedad. El título de la serie dice que se trasforma en un villano. Conforme la historia avanza, vemos que a este villano le pasan cosas horribles, como la persecución, la destrucción de sus vínculos afectivos y la pérdida de su propia identidad de hombre bueno. A partir de esto, podría pensarse que es un villano castigado. Sin embargo, Walter también consigue dinero, poder y estatus en el mundo criminal que lo acoge. Se sabe que, desde la perspectiva de Walter, la emasculación es una condición denigrante. Y él comienza su historia ya emasculado por el femenino trabajo de usar sus conocimientos en la educación de unos niños que no lo respetan ni le temen, a cambio de un mal salario. La situación se agrava con la enfermedad, que lo vuelve física y económicamente vulnerable. Pedirle ayuda a amigos y conocidos para pagar las cuentas médicas solo habría agravado el problema. Entonces Walter elige un curso de acción que le permite al mismo tiempo resolver sus dificultades económicas y desarrollar de la manera más contundente posible su hombría truncada.

En términos económicos, el proceso que Walter realiza es la transformación de proletario en pequeñoburgués. Comienza trabajando en una van, como un humilde artesano de la metanfetamina. Pero poco a poco encuentra los contactos con el capital que le permite tecnificar sus procesos y expandir su operación, hasta que finalmente se vuelve un emprendedor autónomo. Sin embargo, y aunque logra acumular mucho dinero, las características de su actividad económica le impiden volverse un capitalista puro. De principio a fin, en Walter coexisten simultáneamente el trabajador que provee los conocimientos y la fuerza de trabajo y el capitalista que acumula y convierte la riqueza en capital para reinventir en la operación.

Quizá la soledad, la persecución y el juicio moral son un precio a pagar para alcanzar el ideal de la masculinidad y la independencia pequeñoburguesa, o quizá son parte del premio de volverse un hombre rico, la dimensión trágica y también hermosa de ir en pos de un gran ideal que este mundo moderno ya no aprecia como debería. El villano es poderoso, arriesgado, astuto y temido. Es el más hombre entre todos los hombres: el verdadero héroe de la sensibilidad capitalista. La serie se llama Breaking Bad porque a la hora de elegir el título los creadores deciden no hacerlo desde la perspectiva de Walter, sino desde un universo moral ajeno. Pero si hubieran elegido reflejar los valores de Walter, debería haberse llamado Breaking Badass.

La transformación de Walter se cuenta desde el punto de vista de Walter. Esto crea un vínculo emocional entre la audiencia, el personaje y la transformación del personaje. No importa si ese vínculo se llama aversión o admiración. Lo importante es que existe. Nadie que vea Breaking Bad sabe no ver el mundo desde los ojos de Walter, porque la serie le da a la audiencia todo lo necesario para que asimile esa perspectiva lo mejor posible. No ocurre lo mismo con personajes como Skyler o Junior. De hecho, para lograr la identificación con ellos, la audiencia debe resistir la influencia de la mirada de Walter. Tiene que trabajar en un spin-off mental de la experiencia subjetiva de los demás personajes, sin más recurso que su propia imaginación. Una crítica de la perspectiva de Walter habría implicado concederle el mismo espacio o incluso más a una visión contrapuesta. Los creadores de Breaking Bad hacen de Walter y de Jesse sujetos, mientras hacen de los demás personajes objetos. En ese sentido, emulan el tratamiento de la economía política frente al capital, a través de cuyos ojos se mira el mundo, y del trabajo, que es un mero objeto en el campo de visión del capital.

Ahora bien, que la historia tenga como tema un proceso de cambio podría hacernos pensar que no hay fetichización. Al fin y al cabo, el cambio no es invisibilizado ni mostrado como inescrutable, sino puesto en el centro y explicado. Walter no nace siendo el emperador de la metanfetamina; se vuelve así. Sin embargo, desde el título se sabe que volverse malo es la única transformación posible para él. La serie nos bombardea con elementos para concluir y aceptar que no había alternativas. Esto implica que el proceso de cambio de Walter está fetichizado. Aunque es explicable y situable en el tiempo, no es evitable. Además, Walter nunca entiende las leyes de su propio desarrollo. Es pasivo y ciego ante sus motivaciones. Está eternamente condenado a un proceso de cambio que no es entendible ni controlable para él. Mientras que, en Marx, el proyecto de observar al enemigo es un medio subordinado al objetivo de vencerlo, en Breaking Bad, mirar la transformación de Walter es un fin en sí mismo. No se trata de empoderar a la audiencia frente a este villano, sino de conocer a la persona en el villano para, en última instancia, aceptarlo como es. Podría decirse que Marx también fetichiza la transición del capitalismo al socialismo. Sin embargo, desde los tiempos del Manifiesto Comunista, él reconoce que el desenlace de la lucha de clases es incierto; se trata de “una guerra que termina siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”. Marx entiende y acepta que el proceso de liberación del trabajo no es seguro. Por eso dedica tantos años de su vida a la redacción de un libro como El Capital. No se sabe qué va a pasar, pero la balanza se inclina a favor de la clase que mejor entienda el problema y que, de acuerdo con esa comprensión, proponga las estrategias más acertadas para garantizar su victoria.

A manera de conclusión, me gustaría añadir un pequeño comentario sobre la experiencia subjetiva de los autores frente a sus productos y nuestra actitud frente a esta experiencia. Los autores de la economía política no se veían a sí mismos ni como defensores ni como críticos del capital. Creían que estaban mostrando la economía tal cual era, y no tal cual ellos querían que fuera. Marx ignoró estas opiniones y produjo una crítica del capital frente a la cual el carácter apologético y tendencioso de la economía política se volvió obvio. En la actualidad muchos autores y audiencias han alcanzado grados más altos y extraños de ingenuidad, pues interpretan el mero acto de mostrar una cosa como la crítica de esa cosa, “la denuncia”. Piensan que mostrar a un hombre golpeando a una mujer es criticar la violencia machista contra la mujer; mostrar una persona abusando emocionalmente de otra es una crítica del abuso emocional; mostrar a un hombre blanco de la clase trabajadora volviéndose un delincuente pequeñoburgués es criticar el hecho de volverse un delincuente pequeñoburgués. De acuerdo con esta lógica, seríamos unos tontos si no entendiéramos que una naturaleza muerta es en realidad un ataque sutil contra las naranjas y los floreros.

¿Cómo saber si se está frente a una representación crítica, un homenaje o una imagen políticamente neutra, como en el caso de un bodegón? La respuesta de esto no hay que buscarla en las intenciones de los autores, pues en ocasiones ni ellos mismos saben lo que pretenden, sino en el efecto real que la representación de una cosa tiene en la relación entre la audiencia y la cosa representada. Las estrategias narrativas aquí descritas tienen la capacidad de incidir en esa relación de varias formas. Sin embargo, no todas son igual de poderosas. La invisibilización/centramiento y la historización/fetichización producen los efectos más radicales; por eso algunos de nosotros las tratamos como lo definitorio de la crítica. Además, estas estrategias son las que se emplean cuando la crítica en el dominio de la moral — vilificación, castigo — no promete demasiado. Los defensores inteligentes del capitalismo no quieren ponerse en la incómoda situación de abogar por el heroísmo de un sistema que empobrece a las mayorías. Además, ¿qué premio le daríamos al capital si ya lo tiene todo? Entonces su estrategia suele ser una mezcla de vilificación e invisibilización de la alternativa socialista. Las pocas veces que se habla de socialismo es para decir que es malo, pero nunca se lo estudia con detenimiento, ni se mira el mundo a través de sus ojos. El correlato de esta vilificación-invisibilización es la heroización indirecta del capitalismo en tanto que mal menor, y la fetichización de la injusticia a través de los discursos ya conocidos sobre la naturaleza humana. [1] Cuando todo esto se acompaña con el castigo real de las personas que buscan construir la alternativa socialista, resulta muy persuasivo. Por eso tantas personas se concentren en sobrevivir en estas condiciones, y no en cambiarlas.

Espero haber demostrado que los recursos de construcción narrativa aquí mencionados son un material útil para evaluar el carácter crítico de una obra discursiva y para hacer inteligibles ante nosotros mismos y los demás los paradigmas críticos desde los que nos posicionamos ante el mundo.


[1] Sobrina de Alguien, 2021. “Y vivieron infelices para siempre” [web]