Sobrina de Alguien unlisted

Crítica del anticomunismo en el Latinoamericanismo (en los textos de Moraña, Beverly y Mignolo) (2020)

7 minutos | The Crew

En el texto de Beverly hay 7 alusiones descalificando el socialismo real. Concluye con la frase: “la tarea del latinoamericanismo hoy es participar en la creación de un nuevo tipo de socialismo adecuado a nuestros tiempos”, de esto se infiere que para él los socialismo actuales no son los adecuados para nuestros tiempos. La solución latinoamericanista como la propone él es estar a favor del socialismo, pero de un socialismo sin contenido ni historia, donde no haya que defender nada, ni asumir las consecuencias de ningún error en el proceso revolucionario. Voy a compartir mi posición en relación con esto, y un poquito de historia sobre el socialismo real.

En Laos, Vietnam, Corea del Norte, China y Cuba — todos ellos países militar o económicamente agredidos por Estados Unidos — hay comunismo. Esa ha sido precisamente la razón dada por Estados Unidos para justificar las agresiones, porque para Estados Unidos matar comunistas no tiene nada de malo. En Vietnam lanzó 4 millones de toneladas de bombas cluster; en Corea del Norte, 500,000, con lo cual eliminó al 20% del total de la población; en Laos 2,5 millones de toneladas, o sea, nueve bombas cluster por persona, de las que todavía quedan 87 millones de bombetas explosivas sin estallar regadas por el campo. A pesar de la tentativa de exterminio, estos países no se dejaron amedrentar. Se reconstruyeron bajo gobiernos comunistas deliberadamente instituidos por el esfuerzo y la lucha revolucionaria de mayorías conscientes y empoderadas, por la sencilla razón de que solo a través de la cooperación mutua propia del comunismo era posible sobrevivir y recuperarse económicamente de la ruina producida por una agresión imperialista de semejante escala.

Entonces, cuando Beverly declara que el comunismo no existe porque ya terminó, está siendo racista y chauvinista en una de dos formas típicas: invisibilización o paternalismo. En el primer caso se niega a reconocer la existencia del comunismo sencillamente porque no se presenta entre las poblaciones que él considera dignas de atención. En el segundo caso sugiere que lo que existe en estos países hoy no es realmente comunismo. En otras palabras, está diciendo que él, un hombre blanco nacido en el país agresor, entiende mejor la situación política y económica de las víctimas de esas agresiones, que ellas mismas. Está negando la conciencia, la voluntad y el carácter indiscutiblemente colectivo detrás de la lucha revolucionaria de los pueblos. Está diciendo que los vietnamitas, laosianos, coreanos, chinos y cubanos son una pobre gente que ni entiende ni controla mucho que digamos su situación, es decir, está proyectando su propia ignorancia y pasividad política como miembro de la nación opresora sobre la gente comunista a la que le toca resistir esa opresión en el cuerpo. No se puede hablar de fin del comunismo sin estar diciendo una mentira ridícula, porque en el mundo hay más comunistas que alemanes o colombianos. Solo en China una de cada quince personas hace parte del partido, con un total de 89 millones de miembros, lo que lo hace al mismo tiempo el partido más grande y democráticamente representativo del planeta, sin contar las asociaciones rurales y partidos comunistas juveniles de China, ni los partidos comunistas de otros países.

Esta crítica sobre la negación y puesta en duda de la realidad del comunismo aplica también para el texto de Moraña, que reproduce el gesto de Beverly de manera mucho más breve y sutil en la página 189: poniendo la palabra real después de socialismo, entre comillas, cosa que también hace Beverly en la página 216. Por su parte, Mignolo opta no por presentar al socialismo real como irreal, sino a su teoría, “el marxismo-leninismo”, como anticuada y en necesidad de renovación. No se molesta en argumentar por qué a los latinoamericanistas a los que alude les parecía que urgía renovar el marxismo-leninismo: ¿qué específicamente le faltaba o le sobraba? Simplemente descalifica la teoría marxista-leninista como la entienden y practican los pueblos saqueados del Sudeste de Asia, invocando los fantasmas atemorizantes para la mente occidental de Lenin y de Stalin, y chantajeando a los lectores deseosos de verse actuales e iconoclastas con la amenaza velada de que quien se incline por el marxismo-leninismo de la URSS no solo será autoritario, sino que además cometerá el pecado de no estar en la vanguardia de las modas teóricas.

Mignolo y Beverly representan mesiánicamente a los Estudios Latinoamericanos creados en el imperio. De modo indirecto los ponen como esa especie de héroes renovadores venidos del cielo liberal para insuflarle vida a una tradición que ante su mirada burguesa paternalista “necesita ayuda”. Pero lo único que los marxistas occidentales anglosajones hicieron fue descentrar lo económico, es decir, arrebatarle a la teoría marxista lo que ella tenía de revolucionario, y volverla un pasatiempo para académicos, una teoría capaz de hablar de subalternos pero incapaz de funcionar en el combate contra la pobreza y el subdesarrollo reales. Este posicionamiento de Mignolo y de Beverly ejemplifica a la perfección la actitud superior de las clases explotadoras. Aparte de negar la realidad, los países colonialistas redefinen sus términos de un modo autoindulgente y grosero: a sus intervenciones militares genocidas las llaman “ayuda humanitaria”; a la emancipación comunista llevada a cabo por pueblos decididos a ser algo más que subalternos explotados, a ese comunismo lo llaman “totalitarismo”; lo opresivo es lo liberador y lo liberador es lo opresivo.

Análogamente, estos voceros de los Estudios Latinoamericanos inventados en el norte, son la “ayuda humanitaria intelectual” que se le presta al marxismo-leninismo de origen asiático. El marxismo occidental de los Estudios Latinoamericanos constituye una higienización, domesticación y blanqueamiento intelectual de la teoría marxista periférica. Y este marxismo-leninismo es incómodo para la academia liberal no porque sea inútil, viejo o equivocado, sino porque es efectivo, porque de hecho sí ha servido y sirve para perturbar el orden económico mundial. Los académicos de los Estudios de Área en su versión de la Guerra Fría de antes contra la Unión Soviética, o de ahora contra China, no han contribuido a mejorar las condiciones de vida de nadie y han empobrecido la teoría marxista. Pero a pesar de esto, se conciben como una purificación, una forma más saludable, venida desde arriba del mapa y de la cima de la pirámide social para civilizar a ese otro marxismo salvaje que practican los campesinos y obreros de las colonias alzados en armas. Lo que ellos hacen es en efecto una reeactualización del mito de the White Man’s Burden al interior de marxismo.

Yo me pregunto: ¿Por qué para Beverly Obama puede ser una esperanza y el comunismo chino no? ¿Por qué no podemos basarnos en las experiencias del socialismo en los países colonizados para construir nuestros proyectos políticos? ¿Tenemos que esperar a que los gringos nos digan también como hacer el socialismo? ¿Por qué no pedir ayuda en relación con estos temas en Laos o en Vietnam o en China o en Cuba? ¿Por qué no reconocer el socialismo que existe, y partir desde ahí?