Kwame Ture
Traducción: Roderic Day

El liberalismo y sus engaños (1969)

17 minutos | English Español | Black Liberation

Un capítulo de Stokely Speaks: From Black Power to Pan-Africanism (1971).


Siempre que uno escribe sobre un problema en los Estados Unidos, especialmente uno relacionado a su atmósfera racial, el foco del abordaje es la gente negra: que es o extremista, o irresponsable, o ideológicamente ingenua.

Lo que planteamos hacer aquí es hablar de la sociedad blanca y del segmento liberal de la sociedad blanca en particular, porque queremos demostrar los engaños del liberalismo, es decir, los engaños del pensamiento político de los liberales.

Cada vez que escriben artículos, cada vez que se pronuncian en discursos políticos, o cada vez que producen análisis sobre una situación, los liberales suponen que ciertas personas, ya sea la izquierda o la derecha, los ricos o los pobres, los blancos o los negros, están generando polarización. La realidad es que son las condiciones actuales las que generan polarización y que ciertas personas tienen la habilidad de actuar como catalizadores para acelerar esa polarización; por ejemplo, Rap Brown o Huey Newton pueden ser un catalizador para acelerar la polarización de los negros contra los blancos en Estados Unidos, pero las condiciones ya están ahí. [1] [2] George Wallace puede acelerar la polarización de los blancos contra los negros en Estados Unidos pero, una vez más, las condiciones ya están ahí. [3]

Mucha gente quiere saber por qué, de todo el segmento blanco de la sociedad, queremos criticar a los liberales. Tenemos que criticarlos porque representan el enlace entre ambos grupos, entre el oprimido y el opresor. El liberal trata de convertirse en un árbitro, pero es incapaz de resolver los problemas. Le promete al opresor que puede mantener a los oprimidos bajo control, que evitará que se conviertan en ilegales (en este caso, ilegal significa violento). Al mismo tiempo, le promete a los oprimidos que será capaz de aliviar su sufrimiento… a su debido tiempo. Históricamente, por supuesto, sabemos que esto es imposible y nuestra época no escapará a la historia.

La cuestión más inquietante para el liberal es la de la violencia. La reacción inicial del liberal ante la violencia es intentar convencer al oprimido de que la violencia es una táctica incorrecta, que la violencia no funcionará, que la violencia nunca consigue nada. Los europeos tomaron América mediante la violencia y mediante la violencia establecieron el país más poderoso del mundo. A través de la violencia se mantiene el país más poderoso del mundo. Es absolutamente absurdo que se diga que la violencia nunca logra nada.

Hoy en día, el poder lo define la cantidad de violencia que uno puede ejercer contra su enemigo; así es como se decide cuán poderoso es un país. El poder no se define en base al número de personas que viven en un país, no se basa en la cantidad de recursos que se encuentran en ese país, no se basa en la buena voluntad de los líderes o de la mayoría de ese pueblo. Cuando se habla de un país poderoso, se habla precisamente de la cantidad de violencia que ese país puede ejercer sobre su enemigo. Esto debemos tenerlo muy claro. Rusia es un país poderoso, no porque hay muchos millones de rusos, sino porque Rusia es una potencia atómica, que por supuesto implica violencia. Estados Unidos puede desatar una cantidad infinita de violencia y esa es la única manera en que uno considera a Estados Unidos poderoso. Nadie considera poderoso a Vietnam, porque Vietnam no puede desatar la misma cantidad de violencia. Sin embargo, si uno quisiera definir el poder como la habilidad de actuar, me parece que Vietnam es mucho más poderoso que Estados Unidos. Pero como hoy en día el pensamiento occidental nos ha condicionado a equiparar el poder con la violencia, tendemos a hacerlo siempre… excepto cuando los oprimidos empiezan a equiparar el poder con la violencia. En ese entonces se convierte en una ecuación “incorrecta”.

La mayoría de las sociedades occidentales no están opuestas a la violencia. El opresor sólo se opone a la violencia cuando el oprimido habla de usar la violencia contra el opresor. Sólo entonces surge la idea de que violencia es el medio incorrecto para alcanzar ciertos fines. Atestigüemos, por ejemplo, cómo una y otra vez Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos han provisto de armas a gente negra para que luchen por ellos contra sus enemigos. Francia armó a los senegaleses en la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña, por supuesto, armó a África y a las Indias Occidentales y Estados Unidos siempre armó a los africanos que vivían en Estados Unidos. Pero en ese entonces el propósito era que luchen contra su enemigo, entonces nunca surgió la cuestión de la violencia. El único momento en que Estados Unidos o Inglaterra o Francia se preocupan por la cuestión de la violencia es cuando la gente a la que armaron para matar a sus enemigos toma esas armas en contra de ellos. Otro ejemplo: prácticamente todos los países de Occidente están dando armas a Nigeria o a Biafra. No les importa distribuir armas a esas personas siempre que las usen para matarse entre ellos, pero nunca les darán armas para matar a un hombre blanco o para luchar contra un país blanco.

La forma en la que el opresor trata de impedir que los oprimidos utilicen la violencia como medio para alcanzar la liberación es mediante el planteamiento de cuestiones éticas o morales sobre la violencia. Quiero afirmar aquí enfáticamente que la violencia en cualquier sociedad no es ni moral ni ética. No está bien ni mal. Es simplemente una cuestión de quién tiene el poder de legalizar la violencia.

No se trata de si está bien o mal matar; se sigue matando. Permítanme dar un ejemplo: si yo estuviera en Vietnam, si matara a treinta personas amarillas señaladas por los americanos blancos como mi enemigo, me darían una medalla. Sería declarado un héroe. Habría matado al enemigo de Estados Unidos. Pero el enemigo de Estados Unidos no es mi enemigo. Si matara a treinta policías blancos en Washington, D.C., los que han estado asesinando a mi gente y que son mi enemigo, me darían la silla eléctrica. Es simplemente una cuestión de quién tiene el poder de legalizar la violencia. En Vietnam nuestra violencia está legalizada por la América blanca. En Washington D.C. mi violencia no está legalizada, porque los africanos que viven en Washington D.C. no tienen el poder de legalizar su violencia.

Utilicé ese ejemplo sólo para señalar que el opresor nunca emite un juicio ético o moral sobre la violencia, excepto cuando el oprimido toma armas contra el opresor. Para el opresor, la violencia es simplemente lo más conveniente.

¿No es violento que un niño se vaya a dormir con hambre en el país más rico del mundo? Yo creo que eso es violento. Pero ese tipo de violencia está tan institucionalizada que se convierte en parte de nuestra forma de vida. No sólo aceptamos la pobreza, sino que incluso la consideramos normal. Y eso también se debe a que el opresor hace que su violencia forme parte del funcionamiento normal de la sociedad. Entonces la violencia de los oprimidos es considerada disruptiva. Es disruptiva para las clases dominantes de cierta sociedad. Y como es disruptiva es muy fácil de reconocer, por lo que se convierte en el blanco de todos aquellos que quieren mantener las cosas como están. Lo que queremos hacer por nuestra gente, el pueblo oprimido, es empezar a legitimar la violencia en sus mentes. De modo que para nosotros la violencia contra el opresor será oportuna. Esto es muy importante, ya que nos han lavado el cerebro para reaccionar ante la violencia contra el opresor con cuestionamiento de juicio moral.

Si yo mato en Vietnam se me permite salir libre; aquello ha sido legalizado para mí. No se ha legitimado en mi mente. Se me exige legitimarlo en mi propia mente, pero a pesar de que es legal yo jamás lo legitimaré en mi propia mente. Hay mucha gente que vuelve de Vietnam, que ha matado donde matar estaba legalizado, pero que sigue teniendo problemas psicológicos por el hecho de haber matado. Sin embargo, debemos entender que legitimar matar en la mente de uno no lo vuelve legal. Por ejemplo, yo he legitimado completamente en mi mente el matar a los policías blancos que aterrorizan a las comunidades negras. Sin embargo, si me encuentran matando a un policía blanco, ire a la cárcel, pues todavía no tengo el poder de legalizar el matar en este contexto. Los oprimidos tenemos que empezar a legitimar ese tipo de violencia en la mente de nuestro pueblo, aunque sea ilegal en este momento y tenemos que seguir esforzándonos cada vez que podamos para lograr ese fin.

Dicho esto, yo creo que el mayor problema del liberal blanco en Estados Unidos y quizás de los liberales alrededor del mundo, es que su tarea principal es evitar la confrontación, frenar los conflictos. No reparar los agravios, sino evitar la confrontación. Y esto debe estar claro, debe quedar muy, muy claro en todas nuestras mentes. Porque una vez que vemos cuál es la tarea principal del liberal, entonces podemos ver la necesidad de no perder el tiempo con él. Su función principal es evitar la confrontación. Porque el liberal asume a priori que una confrontación no va a resolver el problema. Esto, por supuesto, es una suposición incorrecta. Lo sabemos.

No hace falta que perdamos el tiempo en demostrar que esta suposición de los liberales es claramente ridícula. Creo que la historia ha demostrado que la confrontación, en muchos casos, ha resuelto bastantes problemas: miren la revolución rusa, la revolución cubana, la revolución china. En muchos casos, evitar la confrontación significa realmente prolongar el sufrimiento.

El liberal está tan preocupado por evitar la confrontación que normalmente termina defendiendo y reclamando la ley y el orden, la ley y el orden del opresor. La confrontación perturbaría el buen funcionamiento de la sociedad, por lo que la política del liberal le lleva a una posición en la que se encuentra políticamente alineado con el opresor en lugar de con los oprimidos.

La razón por la que el liberal busca evitar la confrontación — y ese es el segundo engaño del liberalismo — es que su papel, independientemente de lo que diga, es realmente mantener el statu quo, en lugar de cambiarlo. Disfruta de la estabilidad económica del statu quo y por tanto luchar por el cambio implica arriesgar su estabilidad económica. Lo que el liberal está diciendo realmente es que espera conseguir la justicia y la estabilidad económica para todos a través de la reforma, que de alguna manera la sociedad podrá seguir expandiéndose sin redistribuir la riqueza.

Esto nos lleva al tercer engaño del liberal. El liberal tiene miedo de alienar a quien sea y por eso es incapaz de presentar una alternativa clara.

Fíjense en la pasada campaña presidencial en Estados Unidos entre Nixon, Wallace y Humphrey. Nixon y Humphrey, como se consideran a sí mismos como una alguna estirpe de liberal, no ofrecieron ninguna alternativa. Pero Wallace sí ofreció alternativas claras. Porque Wallace no tenía miedo de alienar, no tenía miedo de señalar quién había causado errores en el pasado y quién debía ser castigado. Los liberales tienen miedo de alienar a quien sea en la sociedad. Pintan una imagen halagadora de la sociedad e insisten que, aunque las cosas hayan sido malas en el pasado, de alguna manera pueden llegar a ser buenas en el futuro sin reestructurar la sociedad en lo absoluto.

Lo que el liberal quiere realmente es provocar un cambio que no ponga en peligro de ninguna manera su posición. El liberal dice: “Es un hecho que ustedes son pobres y es un hecho que algunas personas son ricas; pero podemos hacerlos ricos sin afectar a las personas que son ricas”. No sé cómo van a conseguir que los pobres obtengan seguridad económica sin afectar a los ricos de un determinado país, a no ser que se vaya a explotar a pueblos extranjeros. Creo que si siguiéramos la lógica del liberal hasta su conclusión encontraríamos que todo lo que podemos obtener de ella es que para que una sociedad sea equitativa debemos empezar a explotar a otros pueblos.

En cuarto lugar, no creo que los liberales entiendan la diferencia entre influencia y poder, y los liberales se confunden buscando influencia en lugar de poder. Sin embargo, los conservadores de la derecha, o los fascistas, entienden el poder y se mueven para consolidar el poder mientras que el liberal presiona para obtener influencia.

Examinemos el período anterior a la legislación sobre derechos civiles en Estados Unidos. Hubo una coalición del movimiento obrero, el movimiento estudiantil y la iglesia para la aprobación de cierta legislación sobre derechos civiles; aunque estos grupos formaron una coalición liberal amplia y aunque pudieron ejercer su influencia para conseguir que se aprobara cierta legislación, no tenían el poder de enactar la legislación una vez que fue convertida en ley. Después de conseguir que se aprobaran ciertas leyes, tuvieron que pedir a la misma gente contra la que luchaban que enforzaran las leyes que se rehusaban a implementar. Los liberales luchan por la influencia para declarar un cambio, no por el poder para enactarlo. Si uno quiere realmente cambiar la sociedad, uno no lucha para influenciar un cambio y luego relega su implementación a algun otro. Si los liberales son personas serias deben luchar por el poder y no por la influencia.

Estos engaños están presentes en su política porque el liberal es parte del opresor. Disfruta del statu quo; aunque él mismo no oprima activamente a otras personas, disfruta de los frutos de esa opresión. Y trata de afirmar retóricamente que está disgustado con el sistema tal y como esta.

Aunque el liberal es parte del opresor, es el segmento más impotente dentro de ese grupo. Por lo tanto, cuando se asoma a discutir el cambio, siempre encara al oprimido y no al opresor. No busca influir al opresor, sino al oprimido. Le dice al oprimido, una y otra vez: “No necesitan armas, estan yendo demasiado rápido, son demasiado radicales, son demasiado extremistas”. Nunca le dice al opresor: “Son demasiado extremistas en su trato con los oprimidos”, porque no tiene poder entre los opresores, por más que forme parte de ese grupo; pero posee influencia o por lo menos tiene más poder que los oprimidos, entonces aprovecha de este poder amonestando, condenando o, desde luego, tratando de dirigir y liderar los movimientos de los oprimidos.

Para evitar que los oprimidos descubran sus engaños, el liberal habla de humanismo. Habla de libertad individual, de relaciones individuales. No se puede hablar de idealismo humano en una sociedad dirigida por fascistas. Si uno quiere una sociedad que sea realmente humanista, tiene que asegurarse de que el ente político, el estado político, sea uno que permita el humanismo. Y así, si uno quiere realmente un estado en el que el idealismo humano sea una realidad, tiene que ser capaz de controlar el estado político. Lo que tiene que hacer el liberal es luchar por el poder, apuntar a la toma del estado político y entonces, una vez que el liberal haya hecho esto, podrá asegurar el tipo de idealismo humano en la sociedad del que siempre habla.

Por las razones establecidas anteriormente, porque el liberal es incapaz de llevar a cabo el idealismo humano que predica, lo que suele ocurrir es que los oprimidos a los que se ha estado dirigiendo acaban por disgustarse totalmente con el liberal y empiezan a pensar que el liberal ha sido enviado a los oprimidos para descarrilar su lucha, para sembrar confusión y facilitar el dominio del opresor. Así que, le guste o no al liberal, encuentra que los oprimidos lo agrupan con el opresor; lo que sin duda es correcto. La confrontación final, cuando se lleve a cabo, incluirá, por supuesto, al liberal del lado del opresor. Por lo tanto, si el oprimido quiere realmente un cambio revolucionario, no tiene más remedio que deshacerse de esos liberales en su rango.


[1] Rap Brown fue el quinto presidente del Comité Coordinador Estudiantil No Violento en la década de 1960. Era conocido por su frase “la violencia es tan americana como la tarta de cereza”. 

[2] Huey Newton fue cofundador del Partido Pantera Negra de Autodefensa, un partido político revolucionario marxista-leninista iniciado en Oakland, California. 

[3] George Wallace fue el 45º gobernador de Alabama y durante sus cuatro mandatos se opuso a la desegregación y apoyó las políticas de Jim Crow. Era conocido por su frase “segregación ahora, segregación mañana, segregación para siempre”.